El Metaverso es un dilema de derechos humanos
The Metaverse is a human rights dilemma.
En los setenta y tres años desde que las Naciones Unidas ratificaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, el mundo no ha logrado ponerse de acuerdo en qué derechos, exactamente, se deben otorgar a los seres humanos.
La idea misma es controvertida. Lo mejor que se puede decir de estos documentos idealistas es que limitan los abusos más extremos a los que las personas pueden someterse entre sí, incluyendo la esclavitud y la explotación económica.
Eso es un logro importante porque la inminente llegada de los mundos virtuales amenaza con comprometer la autonomía humana en el sentido más básico.
En un Metaverso, tal como lo concibe el CEO de Meta, Mark Zuckerberg, no puedes ni siquiera rascarte la nariz virtual sin el permiso de un programa controlado completamente por la compañía. No hay un estándar para los mundos virtuales. Cada uno de ellos es creado como un conjunto de tecnologías conocidas solo por el propietario.
En la medida en que mover miembros virtuales y ver con ojos virtuales equivale a la libertad de movimiento en un mundo virtual, nadie que ingrese a un Metaverso de cualquier tipo tiene autonomía. Cada uno de sus movimientos está bajo la discreción de los controles digitales de corporaciones como Meta, que se reservan el derecho de negar la libertad de movimiento a cualquier persona.
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Parece absurdo preocuparse por una situación así, dado que el Metaverso aún no existe. En este momento, es un producto de la imaginación de Zuckerberg. Y hay razones para creer que todo eso es solo una ilusión que no se materializará.
Ver también: Por qué nunca usaré el metaverso de Zuckerberg | Facebook: Aquí viene la inteligencia artificial del metaverso | Cuando llegue el metaverso, habrá pocas opciones sobre quién lo controlará.
Sin embargo, la sed de participar en un futuro Metaverso, cada comunicado de prensa en estos días visualiza increíbles oportunidades económicas, sugiere que muchas actividades sociales podrían quedar atrapadas en mundos virtuales, en su totalidad o en parte. Cuando eso suceda, las personas participarán o serán excluidas. El momento de comenzar a pensar en los problemas éticos del Metaverso es ahora.
Ya hay todas las indicaciones de que Zuckerberg y otros creadores de metaversos buscarán trivializar la autonomía ofreciendo la elección del consumidor como alternativa.
La propuesta del Metaverso de Zuckerberg es que puedes ser lo que quieras, con los creadores ofreciendo diferentes guardarropas y cosas por el estilo. Pero elegir un tono de piel en particular, al igual que elegir qué emoji se desea, no es tener control. Y no es tener autonomía.
Cada identidad en un mundo virtual es la creación de una base de datos privada. El ser humano individual no tiene control sobre esa base de datos. Puede elegir de un menú, y en el mundo de Zuckerberg, tal vez incluso pueda proponer qué se incluye en el menú. Pero al final del día, las personas no tienen poder de veto. Lo que decide la corporación es definitivo.
Puedes ser lo que quieras en el Metaverso, simplemente no puedes tener el control.
En otras palabras, puedes ser lo que quieras en el Metaverso, simplemente no puedes tener el control.
Imagina si toda tu existencia, y lo que consideras tu identidad, pudiera ser cancelada por una corporación. Hay un término para eso. Se llama ser esclavo.
A un nivel más amplio, las propiedades de Meta, Facebook e Instagram y WhatsApp no se conectan con el resto de Internet. Existir en alguno de esos espacios es equivalente a existir solo cuando navegas en una tienda. Sales de la tienda, dejas de existir.
Las personas realmente no existen en las redes sociales, y no existirán en un Metaverso. Sus identidades son producto de una base de datos. Las personas escriben cosas en un formulario web y tienen la ilusión de tener una identidad. Sin control y sin autonomía, no tienen una identidad en ningún sentido significativo. Simplemente son peones del propietario de la base de datos.
De manera similar, cualquier acción en el Metaverso será una ilusión de autonomía e integridad corporal. La corporación que posee la base de datos aún controla el aire virtual que uno respira en un Metaverso.
La buena noticia es que hay una solución para todo eso, un enfoque que promoverá la autonomía individual y sentará las bases de los derechos humanos y civiles. La respuesta es ampliar el trabajo inacabado de Internet.
Internet se basa en protocolos definidos en especificaciones implementadas como código abierto. Cada computadora en el mundo obedece esos protocolos para poder participar en Internet.
La única omisión de los creadores de Internet es la falta de un protocolo personal que permita a las personas controlar lo que constituye su identidad digital. Un protocolo personal permitiría a una persona tener un control total sobre sus expresiones en texto y otras formas, y cómo se utilizan, incluyendo cómo se clasifican y se filtran sus expresiones y su apariencia digital.
Cualquier cosa que pretenda utilizar esas expresiones y semejanzas, como un Metaverso, debería obedecer reglas sobre cómo hacerlo. La autonomía sería en primer lugar, y los intereses comerciales y otros de las empresas serían secundarios a esa autonomía.
Las sociedades de todo el mundo necesitan seguir con la tarea incompleta de Internet e instituir protocolos personales para garantizar los derechos humanos y civiles.
No es exagerado decir que la ambición de las redes sociales en el Metaverso es reemplazar Internet abierto. La afirmación de Zuckerberg, ahora repetida varias veces, es que el Metaverso será “el sucesor de Internet móvil” y “la próxima versión de Internet”.
Si una entidad comercial quiere reemplazar los protocolos abiertos de Internet, entonces el mundo no solo debe reafirmar esos protocolos, sino llevarlos aún más lejos al llevarlos al ámbito de la autonomía digital humana.
En su video egoísta presentando el Metaverso, Zuckerberg criticó a los detractores por ser demasiado temerosos para imaginar el futuro. La realidad es que la mayoría de las personas no quieren que Zuckerberg decida su futuro por ellos.
Si la actividad va a tener lugar en mundos virtuales, es hora de que la sociedad se oponga a los intereses comerciales al afirmar la autonomía humana de una manera que la proteja de los intereses más depredadores.